Por Gonzalo Ortega Pineda.

Por mucho tiempo, la capital del estado de Veracruz recibió el sobrenombre de la “Atenas Veracruzana”, haciendo referencia a una ciudad de la antigua Grecia que representaba la cuna de la cultura y el conocimiento, así como de la democracia, entras otras cosas que pueden ser tomadas en cuenta para que una ciudad se considere desarrollada. Xalapa se ganó ese sobrenombre debido a que entre sus calles se pueden encontrar centros recreativos donde se desarrolla la cultura y las artes, así como las instituciones estatales encargadas de fomentar la política cultural del gobierno en turno. Entre estas calles empinadas, se localizan un sin número de universidades, recintos del saber, lugares donde nace el conocimiento teniendo como responsabilidad el formar a los futuros profesionales, responsables de la política, la economía y el desarrollo, no solo de la ciudad, sino también del estado.

La idea de la Atenas Veracruzana puede ser un tanto ambiciosa en este momento, que, entre sus calles, también encontramos una descomposición social, una falta de ciudadanía, de educación civil, ética, una ciudad que no fomenta la comunidad, pero si el individualismo, para muestra solo basta con salir caminando a la calle e intentar cruzarla, el peatón se enfrenta a los feroces automovilistas. Estas calles empinadas y sin planeación representan una arena de lucha entre personas y máquinas, que día a día dan un espectáculo a nuestras autoridades, los cuales parece se divierten con la lucha diaria entre hombre y máquina llamada automóvil, esta última, irónicamente manejada por las propias personas.

Los automóviles, máquinas dominadas por una mente irracional, muestran nulo respeto por los habitantes, ya que, se estacionan en doble fila, obstruyendo el paso a todo mundo sin discriminar, incluso a los propios autos, ya no hablemos de las personas con alguna dificultad física. Los automovilistas xalapeños se estacionan en lugares exclusivos de otros autos, impidiendo el paso a las cocheras del prójimo, en las banquetas, o peor aún, en lugares exclusivos para discapacitados. Estos “atenienses veracruzanos» se estacionan en lugares donde se supone están prohibidos y que las autoridades que fungen como réferis en esta lucha diaria, hacen caso omiso.

Como el peatón, al parecer tiene gran parte de la batalla perdida, quiere recuperar su poder, el lugar idóneo son las banquetas, de las que pensamos, somos los amos y señores, avanzamos sin respetar a los demás, sin importar si estorbamos o no, pero bueno si no podemos con el auto, es momento de demostrar nuestro poder sobre otros peatones más débiles. Por otra parte, el reducido y valioso espacio de las banquetas está siendo invadido por los comercios, cada vez es más común ver a los comercios apoderándose de estos espacios públicos, impidiendo el libre tránsito, como ejemplo caminen por la calle Enríquez, un par de locales, ya se apoderaron del espacio que se supone, pertenece a los peatones.

Otra muestra de una batalla diaria, pero ya contra la propia humanidad, son los residuos, solo basta recorrer unos minutos las calles de Xalapa que transitamos los peatones, ciclistas y automovilistas, para poder ver a otros habitantes en la ciudad de la cultura (sin importar las condiciones socioeconómicas), tirando el papelito, la botella o la colilla del cigarro. Todos estos residuos se juntan, en ocasiones parecen tomar vida propia y se mueven al compás que los vientos y las aguas le dictan, teniendo como abrigo calles que poco a poco se llenan de residuos ya transformados en basura. Este es parte del comportamiento durante el día, al llegar la noche, no mejora la situación, salen las personas abrigadas por el anonimato de la oscuridad a tirar su basura en las esquinas, seguramente piensan “se ve mejor en la calle que en mi casa”.

Mientras todo esto pasa, el aparato de la autoridad parece divertirse en sus gradas preferenciales, haciendo caso omiso y aplaudiendo estos actos, fomentando la impunidad, estos solo son crímenes pequeños, no nos metamos en los grandes crímenes, porque sería cuento de nunca acabar.

Como habitantes de la ciudad, no estamos construyendo una sociedad, al contrario, la estamos destruyendo, fomentando la cultura del primero yo y después yo, pensando que el no respetar los bienes de otras personas, saltar la fila, querer ganar el paso en el 1 por 1 o ser abusivo con otras personas, nos hacen más listos, estos son solo algunos factores que dan como resultado los males de toda ciudad, en este caso Xalapa.

Pero no todo está acabado para esta ciudad, aún tiene personas buenas, que enaltecen los valores, personas que se preocupan por su prójimo, por los animales, por el medio ambiente. Por ejemplo, tenemos el movimiento de café pendiente, donde los ciudadanos que tienen las posibilidades dejan pagado un café y los negocios lo entregan a personas de escasos recursos, este acto se da principalmente en épocas de frio; también contamos con grupos de personas que rescatan animales de la calle; otra buena acción es el de los grupos que en las noches se dedican a repartir café, galletas o atole en las salas de urgencias de los hospitales.

Lamentablemente estos actos solidarios no se están contagiando, si queremos un cambio en esta ciudad, debemos iniciar por nosotros mismos, fomentar las buenas acciones, desarrollar una cultura de comunidad, ver por nosotros y por lo demás, al mismo tiempo que tomemos acciones sobre el clima, la forma en que circulamos en la ciudad, si apoyamos a lo local, tanto al comercio como a los artistas, pero, sobre todo, respetar a las otras personas y las leyes.

Este cumulo de buenas acciones, son las que debemos fomentar en los diferentes recintos de la ciudad, con el único fin de poder disfrutar de nuestra ciudad y que podamos decir orgullosamente que Xalapa, regresa a ser la Atenas Veracruzana. Una ciudad con cultura, orden, respeto y limpieza.

Como nota final, quiero agradecer a mi esposa, María Teresa Cepero García, quien es mi compañera de vida, quien me motiva a seguir en el día a día y sobre todo es mi correctora de estilo, por eso y por muchas otras cosas, gracias.